Israel admitió el pasado miércoles que Hezbolá es capaz de llevar a cabo sus amenazas. Según las declaraciones del secretario general del partido, Sayyed Nasralá, “no habrá lugar seguro para los israelíes en la próxima guerra. Sus aeropuertos y puertos marítimos serán cerrados el primer día de la guerra”.
La respuesta verbal violenta de Tel Aviv no ha tardado: “Vamos a devolver al
Líbano a la Prehistoria”. Esta declaración refleja, sin embargo, un alto nivel de temor y de confusión en los medios sionistas. Ella no muestra tampoco una capacidad de reaccionar frente a la segura respuesta de Hezbolá.
Israel ha tenido que admitir además que Hezbolá es también capaz de devolver a Israel a la era prehistórica.
Lo que es llamativo entre las reacciones israelíes fueron las declaraciones del ministro de Transportes, Yisrael Catz, próximo al primer ministro, Benyamin Netanyahu. Éste no pudo reprimir los insultos y ataques contra la persona de Sayyed Nasralá.
Estos insultos no reflejan más que la cólera de los próximos a Netanyahu y su incapacidad de tranquilizar a los israelíes frente a las amenazas de Hezbolá.
Por su parte, el Ejército israelí ha intentado tranquilizar a los colonos afirmando que las declaraciones de Sayyed Nasralá no significan que la guerra vaya a estallar mañana. Estos comentarios fueron también un reconocimiento de parte de la institución militar israelí de la capacidad de Hezbolá de poner en práctica sus advertencias.
Lo que es más importante de estas reacciones es que suponen la confirmación israelí de haber recibido bien el mensaje de Sayyed Hassan Nasralá. No sólo los responsables políticos y militares lo han hecho, sino el conjunto de los colonos de toda la superficie de la Palestina ocupada. Hezbolá ha dejado claro que responderá con dureza a toda ofensiva contra el Líbano e impedirá a Tel Aviv cambiar las reglas de juego en el escenario libanés.
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